¿Se estancará el progreso tecnológico en los próximos 100 años?
¿Qué nos motiva a pensar en un escenario de menor progreso tecnológico en las próximas décadas? ¿Qué señales nos llevan a creer que la tendencia podría cambiar?
Publicado previamente en Foro de Foros. Este ensayo se elaboró para el posgrado “Estudios de futuro” de la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Educación a Distancia.
Resumen
Analizamos si el avance tecnológico se verá mermado de forma relevante como consecuencia de la unión de varios factores o si, por contra, la tecnología trasciende los límites humanos, avanzando con independencia de nuestras acciones como individuos. Concretamente, estudiamos si la erosión de la democracia y el ascenso de las autocracias podría tener impacto en el progreso tecnológico de las próximas décadas, debido a la limitación de libertad y partiendo de la base de que la creatividad emana de esta. En línea con este análisis, abordamos la cuestión sobre si el exceso de influencia, capital y, por ende, poder, de grandes compañías tecnológicas, supone el fin de las grandes transformaciones, por un lado por el papel de estos grupos en la limitación de la libertad y, por otro, por su instinto de supervivencia, que les llevaría a usar sus virtualmente infinitas reservas de tesorería en la adquisición de tecnologías y nuevos modelos de negocio antes de que estas desemboquen en el concepto acuñado por Joseph Schumpeter y que conocemos como “destrucción creativa”.
Introducción
No son pocos los futuros distópicos que imaginan una sociedad totalmente sometida y controlada. En ellas, salirse de la línea, de la forma que sea, es garantía de problema.
Podemos pensar en Orwell y su famoso “1984”. Menos conocido y en el ámbito del cine de ciencia ficción está “Equilibrium”, una película de Kurt Wimmer protagonizada por Christian Bale. En ella se concluye que las emociones humanas son las responsables de todos los males del mundo. Para inhibirlas, los ciudadanos ingieren pastillas a diario. El resultado es que acaban actuando como robots. Literalmente y como aborda el profesor Zamora Bonilla en “Sacando consecuencias”, como si careciesen de un punto de vista subjetivo (Zamora, 2017). Como no puede ser de otra manera, hay rebeldes que deciden agarrarse a lo que ellos entienden como su humanidad, es decir, emocionarse. Obviamente, cualquier cuestión que dé lugar a una emoción, está completamente prohibida. Piénsese en una poesía o un libro cualquiera.
Philip K. Dick. por su parte, dibuja en su cuento “Stability” una sociedad en la que el progreso se ha estancado en aras de la estabilidad. Cómo no, esto da lugar a los correspondientes organismos de control, a los que hay que reportar cualquier invención. La lectura de Dick fue la primera que, más allá de distopias, nos hizo pensar en un futuro en el que la humanidad ha dejado de progresar.
El catalizador definitivo para, tras muchas vueltas, decantarnos por esta temática, fue volver a encontrarnos con una reflexión a este respecto. Esta vez en “Contra apocalípticos”, también del profesor Zamora Bonilla. Su idea sobre un futuro fin del progreso científico, tecnológico y social alimentó nuestro interés sobre qué entendemos por progreso, tecnología o creatividad.
Ahora bien, ¿qué nos motiva a pensar en un escenario de menor progreso tecnológico en las próximas décadas? ¿Qué señales nos llevan a creer que la tendencia podría cambiar? ¿Por qué relacionamos esta posibilidad con sociedades totalitarias?
Hacia el estancamiento
Como veremos más adelante, el ser humano es una especie extremadamente dinámica. Busca conocer y ha evolucionado para aprender de sus errores y progresar gracias al esfuerzo y conocimiento colectivo. No obstante, y aunque llevemos miles de años progresando, para hacerlo de forma sostenida y con cambios reales para la vida de las personas, deben darse las condiciones para ello. En la opinión de los autores estudiados, el requisito principal es la libertad del individuo.
Partiendo de esta base y escaneando el horizonte, observamos distintas tendencias que amenazan nuestra libertad y que, por tanto, podrían abocarnos a un escenario de estancamiento en las próximas décadas. Son las siguientes:
Ascenso de autocracias y deterioro democrático en Occidente. En los últimos años y previsiblemente en los que están por venir, el peso del mundo se inclina hacia Oriente. El empuje poblacional y el crecimiento económico de potencias como China o la India nos aboca, al menos en el medio plazo, a un mundo menos democrático. En todo caso, tanto Europa como Estados Unidos han hecho sus propios méritos en lo que a deterioro democrático se refiere. Si observamos el índice democrático de “The Economist” del año 2022, Occidente ha empeorado su calificación respecto a años anteriores.
Consecuencias negativas de la sociedad de la información. Fake news y vigilancia constante son solo algunos ejemplos. El impacto en la libertad es evidente.
Big tech y el fin de la “destrucción creativa”. Las infinitas reservas de caja de las grandes tecnológicas abren la posibilidad a adquirir cualquier empresa que amenace sus modelos de negocio. La inexistencia de competencia solo motiva a estos monopolios a perpetuar sus cuestionables prácticas.
Progreso y tecnología
En este punto se hace necesario profundizar en el concepto de “progreso”. Desde luego, no es tarea sencilla. Según el DRAE, “progreso” se define como “acción de ir hacia delante” o “avance, adelanto, perfeccionamiento”.
¿Qué hay de la “tecnología”? ¿Merece su propio foco o es simplemente la encarnación del progreso? Autores como Marshall McLuhan o Kevin Kelly defienden que la tecnología y el ser humano están íntimamente ligados, hasta el punto de evolucionar juntos (Kelly, 2011).
Jeff Bezos, en su carta a inversores del año 2007, defendió una idea similar. En dicha carta menciona cómo la escritura o los libros nos han cambiado profundamente. Asimismo, destacaba cómo nos están cambiando los smartphones que en resumidas cuentas nos han convertido en escáneres de información, en contraposición a la lectura profunda y sosegada (Bezos, 2007). Los profesores Isabel F. Peñuelas y Francisco J. Jariego hacen una reflexión similar en su ensayo “Estudiar el Futuro”, desgranando de una forma muy clara cómo, como diría Jim Dator, “el cambio tecnológico es la base del cambio social” (Dator, 2019). Kevin Kelly va más allá. El autor norteamericano defiende la inevitabilidad del progreso tecnológico y nos invita a pensar en su impacto desde una perspectiva largoplacista (Kelly, 2011).
Hoy es obligatorio preguntarse en qué nos hemos convertido tras el asentamiento de las redes sociales en nuestras vidas y en qué nos convertiremos tras el aterrizaje de la inteligencia artificial y su impacto en el Internet que conocemos. Podemos responder con otra pregunta que anima a la reflexión: ¿ha llegado el fin del Internet útil? (Horning, 2023).
Esto nos lleva a pensar en un futuro no deseable, en el que la brecha de la desigualdad se sigue ampliando como consecuencia de un exceso de información de poca calidad. Los curadores de contenido no serán accesibles a todo el mundo. De ser este el futuro que nos espera, creemos que la sociedad debe trabajar por garantizar un acceso a información de calidad, al igual que se ha hecho con otros derechos fundamentales, como la educación. Aunque la idea de un organismo público que vele por esto nos genera sentimientos encontrados, creemos que será un ente tan necesario como otras instituciones y supervisores normalizados en la sociedad actual. Esta reflexión podría extenderse sin duda al actual debate en torno a las redes sociales y su carácter de espacio público, aun siendo propiedad privada.
Democracia y libertad
Al hablar de progreso es muy habitual escuchar críticas a la insaciabilidad del ser humano. Esa característica que nos lleva a avanzar a toda costa. ¿Es esto algo malo? ¿Es tan siquiera una opción? ¿O es incluso necesario? Algo que se nos olvida en ocasiones, es que estas reflexiones provienen de Occidente, una parte del mundo que ha alcanzado grandes cotas de bienestar. Podemos permitirnos la reflexión sobre lo negativo de estos avances y las consecuencias de segundo orden que nuestro progreso ha traído. Qué duda cabe que esta mirada crítica es necesaria. No obstante, no podemos olvidar que la mayor parte de la población mundial no vive “aquí” y que su razón de ser se centra en vivir mejor. Dicho de otro modo, su realidad les obliga a progresar.
Más allá de la inevitabilidad de avanzar (al menos en el mundo de hoy) y de ese empuje que tantos individuos sienten a lo largo y ancho del mundo, sea cual sea la motivación, está la reflexión sobre la necesidad de progresar. ¿Podemos vivir en una sociedad democrática que no avanza? ¿Puede una sociedad no democrática progresar? ¿Puede la tecnología ser lo que nos lleve a dejar de progresar?
Existen muchas referencias a la necesidad de contar con una democracia como requisito para lograr la libertad individual y, por tanto, poder desarrollar cuestiones como la creatividad, dando lugar a la ciencia y al progreso. Emilio Lamo de Espinosa, por ejemplo, afirma que democracia, mercado y ciencia son tres lados del mismo triángulo, cuyo centro lo ocupa la libertad del individuo (Lamo de Espinosa, 2023).
¿Y el progreso en las sociedades no democráticas? Podríamos defender que, si tal y como afirmaba Aristóteles en su Metafísica, los seres humanos por naturaleza deseamos conocer, entonces lograremos progresar incluso en un contexto autocrático. El deseo de conocer daría lugar a rebeldía, dando paso a la democracia.
Esto nos evoca a lo que David Deutsch defiende en “The Beginning of Infinity”. En su libro, Deutsch menciona el concepto “rebellion” al hablar de cómo la Ilustración y el progreso que trajo consigo consistieron en aprender a rechazar el conocimiento establecido. Hasta entonces el conocimiento estaba plagado de dogmas y falsedades. En todo caso, y como continua el propio Deutsch, no es suficiente con rebelarse constantemente, si no que necesitamos cierta “estabilidad”, es decir, necesitamos que este escenario de libertad (y crítica) sea sostenido en el tiempo (Deutsch, 2012).
Rebelarse ante el futuro
Una vez mapeado el presente solo nos queda continuar reflexionando para trabajar en futuros alternativos. El estancamiento del progreso, como consecuencia de un mundo menos libre, es sin duda un futuro plausible y un escenario no deseable.
Si el mundo no es capaz de depurar a través del progreso, los males que el propio progreso genera, nos dirigiremos inequívocamente a un escenario de colapso. Los factores mencionados son retos mayúsculos. La necesidad de abordarlos de forma global los convierte en retos aún mayores. Y ahora, ¿cómo trabajamos por un futuro preferible? Este es, sin duda, nuestro próximo reto.
Referencias
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